PERPINYÀ, Bartomeu de

Técnicas

Escultura en madera

Perfil y debate historiográfico

[Barthelemy de Perpiñán]

Bartomeu de Perpiñán fue un escultor activo en el condado del Rosellón en el último cuarto del siglo XIII, a quien se le atribuye el coro de madera, en la actualidad desaparecido, que presidía la nave central de la catedral de Santa Eulàlia y Santa Júlia de Elna.

Su nombre es conocido gracias a la inscripción autógrafa que había encima de una silla del coro. El conde de Bastertot hizo una transcripción de la firma antes de su desaparición (probablemente durante la Revolución Francesa), de la cual Bonnefoy tenía un calco que le permitió citar la inscripción (DE BONNEFOY, 1868, p.71):

ANNO: DOMINI: M: CC: XCIIII: III: IDUS: SEPTEMBRIS:

BARTHOLOMEUS: CUM: DUOBUS: FILIIS: DE:

PERPINIANO: FECIT: PARTEM: ISTAM: CHORI

“Bartomeu de Perpiñán, con sus dos hijos, hizo una parte de este coro el año 1294”

Aunque el coro no se conserva conocemos su ubicación gracias a la descripción realizada por J.-B.-F. Carrère, el año 1787:

            “El coro está situado en el medio de la iglesia y ocupa una parte de la nave central; es magnífico, grande y remarcable, sobre todo por la belleza de sus sillas, que son de madera, pero cubiertas de un trabajo escultórico bastante bueno si tenemos en cuenta la época en la que fue hecho; estas sillas son del final del siglo XIII según nos lo indica una inscripción situada encima de uno de los altos asientos” (CARRÈRE, 1787, p. 26).

Según Pierre Ponsich (1993, p. 214), el año 1292 se documenta un Guillem Bartomeu, carpintero de Perpiñán, que el autor identificó con el artífice del coro de la Catedral de Elna.

Obras

Coro de madera de la catedral de Elna.

Textos Epigráficos

Inscripción (hoy en día no conservada) en la silla ubicada sobre el coro de madera:

1 ANNO: DOMINI: M: CC: XCIII: III: IDUS: SEPTEMBRIS:

2 BARTOLOMEUS: CUM: DUOBUS: FILIIS: DE:

3 PERPINIANO: FECIT: PARTEM: ISTAM: CHORI

“Bartomeu de Perpiñán, con sus dos hijos, hizo parte de este coro el año 1294’’.

Texto: Carles Sánchez Márquez